Una noche más. La hoja blanca, delante de ti.
Tan blanca como tu mente, vacía de ideas. Momentos de duda, momentos de
arrepentimiento, momentos de ‘¿y si mejor…?’, de indecisión, de inseguridad.
Momentos en los que no sabes que sientes, sientes que debes de gritarlo, pero…gritar,
¿el qué?. Frustración al no poder. Sentada, repitiendo inconscientemente
movimientos inútiles. Desbloqueas el teléfono. No hay ningún mensaje. Soledad
ante una hoja vacía. A las agujas les da igual que la hoja siga vacía, incansables,
giran. Y así, la luz pasa a desaparecer y el sueño aparece con la luna. Una vez acostada, sueñas con esa hoja que
dejaste en blanco, miles de palabras se tatúan
en ella formando lo que tú querias decir pero no pudiste. Se adaptan al papel
perfectamente. Te abandonas en la noche,
aferrándote a la visión de esa hoja que ya
no está vacía. Al levantarte,
todo se repetirá. La hoja, seguirá allí, blanca, vacía.
TYL
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