Creo que el viento ya se llevó las cenizas de tu nombre.
Y no dieron lluvia para después.
Tampoco sol.
Nos quedamos esperando a ver qué pasaba.
No sé si ganaba el miedo o la curiosidad.
La gente susurraba en los callejones antes de ir a dormir.
Pero siempre mirando hacia atrás.
Por si acaso.
Pero nadie nunca supo.
Ni que pasó después ni que había pasado.
Y la gente siguió susurrando.
Y ahora ganaba la costumbre.
Pero siempre mirando hacia atrás, por si acaso.
Y entre la verdad calculada y la mentira disfrazada desaparecí sin que nadie tuviera tiempo a acordarse de mi.
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