Nada.
Eso es todo lo que siento ahora. Y es genial, porque no duele. Si cierro los ojos, sí. Por eso ya no duermo, para que no duela. Simplemente estoy y ,aunque parezca que no, ya es un gran esfuerzo para mí, dada la situación.
Supongo que llegará el día en que respire de manera automática y no tenga que pensar todo el rato en que tengo que hacerlo. El día en que no tenga la mente en blanco y el estómago a punta de pistola. Que no se me ocurra intentar pensar en algo. Mejor así, vacía, más seguro. No lo soportaría otra vez, ¿para qué? No guardo la esperanza de volver a sentir alegría o tristeza o algo. No quiero volver. Así se está bien, supongo. El resto lo llaman cansancio y es una justificación perfecta: sin expresión, con la mirada perdida, cuando ya nada te llama la atención, nada te sorprende y no esperas nada de nada ni de nadie. Pero también te rodea una gran tranquilidad. Y no necesitas nada más.
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